9 nov 2010

Minicuento absurdo

       Se detuvo en un semáforo, sobre la avenida esa que tiene un gran teatro. A veces cree que los semáforos son como unos circos ambulantes, pues por allí-en los semáforos- desfilan malabaristas, tragasables, escupe fuego, monos con navaja, enanos jugadores de básquet, gigantes que andan en monociclos, etc. Ese día había un mago, tenía su particular galera, su traje tan elegante y su ayudanta con un vestido rojo brillante. Como no alcanzaba a apreciarlo con toda la amplitud requerida, tomó del asiento del acompañante su calidoscopio multicolor, se dispuso a observar el show. Ese actor-los magos son actores también- parecía estar triste, realizaba cada movimiento con demasiada tranquilidad como si estuviera agonizando, como si cada respiro fuera el penúltimo. Tan desanimado estaba el ilusionista que los trucos que efectuaba eran claramente predecibles, dado que se podía ver al conejo asomar sus largas orejas por uno de los intersticios de la caja, a la paloma ulular antes de que se pudiera crear la atmósfera propicia para el misterio. El semáforo se puso en amarillo, analogía del cierre del telón, miles de bocinas sonaron ordenando que se despejara la calle. El hombre, que se llama Gustavo salió de su auto y comenzó a aplaudir, solo. Pocas imágenes son tan tristes como la de un individuo que incurre en esa acción sin compañía. Una mujer que parecía haberse levantado hace poco más de unos minutos porque llevaba unos ruleros encima de su cabeza y un camisón con flores, casi lo atropella. La misma transportaba una virgen cual devota. Cuando un lapso de tiempo demasiado largo hubo transcurrido ya todos querían llevárselo por delante, aunque él nada más quería seguir ovacionando al mago.
            Y el mago se murió. Se desplomó sobre el pavimento, casi aplastando a sus mascotas. Gustavo salió corriendo en su auxilio. Pero el señor ya no se movía, es más, el cemento fue absorbiéndolo, dejando solamente sus ropas. La muchedumbre todavía deseaba pasar y en la excitación también embistió a Gustavo. Un niño que vestía una remera con la cara de Alf y que iba cantando “La Bamba” tomó el caleidoscopio que se hallaba al lado del cadáver y se dio a la fuga. Después de tantos días llovió con sol.

6 comentarios:

  1. qué mezcla!
    está muy bueno. con mezclas de tristeza y muy visual.
    me hizo acordar que hoy venía en el tren y una nena tocó un poco el acordeón. cuando terminó, dijo "a ver por favor un aplauso..." y nadie aplaudió. me incluyo. quería, y no lo hice por cobardía, porque nadie lo estaba haciendo.

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  2. Gracias Rayén por pasarte. La próxima vez aplaudí para que te escuchen todos o ninguno. ¿Quién dice qué es y qué no es arte? Un saludo.

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  3. Exacto, ¿quién dice qué es y qué no es arte? Hermoso cuento, me gustó mucho.
    Gracias por leerme, hoy tenía ganas de ir a Casa Tomada, ¿puedo ir con una amiga?

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  4. Por supuesto. La entrada es libre. Te quería pedir si podías llevar algo que tengas escrito para leer. Te esperamos a partir de las 19:00. Un saludo.

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  5. TIPICO CUENTO DE FACU.. NO TIENE EL MÁS MÍNIMO SENTIDO JAJA..
    SE LO LEISTE A MARIO? CON ESTE LO DEJARIAS SIN DORMIR OTRA VEZ!

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  6. No digas mi nombre. ¡Este tiene sentido! :-(

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Un importante aporte para mi crecimiento